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EL TEMA DEL DÍA
Con Guillermo Mejía
La ciudad de Iguala en el Estado de Guerrero, es una comunidad histórica por excelencia.
Se fundó en 1347, por la tribu de los chontales, y atravesó varios intentos de conquista, y fue hasta el año de 1440 que el rey Izcóatl logró conquistarla. Es Cuna de la Bandera mexicana. Aparece Iguala en una estrofa del himno nacional. Fue la primera capital del Estado de Guerrero, entre muchos otros datos.
Todos esos datos históricos parecen no importar a la delincuencia “bien organizada”, que día con día se burlan del gobierno, “bien desorganizado”, que, a pesar de contar con todos los recursos financieros, de capacitación, armamento, personal y equipo, son incapaces de parar la andanada de crímenes en esta localidad.
Por todas partes del municipio van y vienen vehículos cargados de uniformados, quienes para justificar “su trabajo” colocan retenes, solo para intimidar más a la población trabajadora y honrada, pues a los delincuentes “ni los molestan”.
Otro pretexto más para “justificar su trabajo” es su especialidad de colocar cintas amarillas en la escena del crimen, mucho tiempo después de que se cometió el delito.
De ahí en adelante, los homicidios son el pan nuestro de cada día en esta ciudad histórica, lo que mantiene en jaque, temor, miedo e incertidumbre a la población, que ya no siente lo duro, sino lo tupido de la inseguridad, ante la incapacidad de los encargados de la seguridad, con quienes se gastan los billetes a lo puro “perplejo”.
Que contradicción, pues mientras los uniformados, llámense Ejército Militar, Marina, Guardia Nacional o policías se cuidan entre ellos cuando van por las tortas, los refrescos, a cargar combustible o hacen cualquier otra estupidez, con poses de perdona-vidas, se olvidan de cuidar a la población de las balas asesinas.
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